MENSAJE EN UNA BOTELLA
Atrapado en el oscuro abismo de
la infinita inmensidad del espacio sideral, se divisa, apenas imperceptible, un
minúsculo y solitario punto de luz avanzando sin rumbo fijo hacia la nada más
absoluta, como un bote a la deriva, en medio de las aguas de un gigantesco y
vasto océano.
En las entrañas más recónditas de
una vieja y descomunal nave espacial, dos pequeños robots caminan torpemente hacia una gran
pasarela iluminada con luces intermitentes de color rojo, mientras se oye a
todo volumen una metálica grabación automatizada que repite una y otra vez, acompasada entre los agudos sonidos de las
aullantes sirenas, un siniestro aviso, advirtiendo del fatal e inevitable
desenlace que está a punto de suceder.
¡LA SECUENCIA DE AUTODESTRUCCIÓN ESTÁ
ACTIVADA!
¡LA CUENTA ATRÁS SE HA INICIADO!
¡ABANDONEN LA NAVE!
¡QUEDAN SEIS MINUTOS Y DOCE
SEGUNDOS PARA LA DETONACIÓN!
En un pequeño habitáculo hay un
hombre postrado en el suelo, esperando, con la mirada perdida hacia la puerta
abierta donde acaban de llegar los dos robots. Se dirige hacia ellos, sujetando
en su mano una especie de cilindro metálico alargado. Les habla a duras penas, con
una voz tenue que denota su cansancio.
-Lo siento chicos. No he tenido
más remedio que hacerlo. Vienen a por mí. Pero no dejaré que me atrapen. Hice un juramento
y lo voy a cumplir, aunque me cueste la vida.
No os preocupéis, ahora vosotros
vais a ser los guardianes. Lo he preparado todo para vuestra partida. Aquí están
vuestras nuevas órdenes.
Acercándose a ellos inserta una
tarjeta en una ranura al costado de cada robot.
-¿Sabéis? Cuando era niño una vez
estuve en una playa, y metí un mensaje en una botella con mi nombre y
dirección. La tiré con fuerza hacia el mar, y nunca supe si alguien pudo
haberla encontrado.
El hombre mira apesadumbrado a
los robots mientras posa sus manos sobre ellos.
La cuenta atrás y el aviso siguen
su curso.
¡ABANDONEN LA NAVE! ¡QUEDAN DOS
MINUTOS PARA LA DETONACIÓN!
-¡Rápido! ¡Marchaos! ¡No queda
mucho tiempo!
Los robots entran por una
compuerta que se cierra automáticamente a su paso. Una vez dentro, uno de ellos
activa una secuencia numérica en un panel, y la sección de la nave donde se
encuentran se separa de la nave principal a gran velocidad.
-Yo ya no puedo hacer nada más.
Espero que algún día alguien os encuentre y pueda seguir mi labor. Cuidadlo bien todo, chicos. Buena suerte.
¡QUEDAN DIEZ SEGUNDOS PARA LA
DETONACIÓN! ¡NUEVE! ¡OCHO! ¡SIETE! …
La cuenta atrás llega a su fin. La
nave principal explota engullida en una fulgurante bola de luz, y se desintegra
en miles de trozos que se dispersan a lo largo de toda la galaxia.
Mientras, en la nave de escape que se va alejando hacia el infinito, los dos robots atienden las labores
de mantenimiento de su nueva programación.
En su interior hay una gigantesca
esfera transparente, iluminada desde lo alto por un potente sol artificial, y en la superficie hay cientos de árboles y plantas rodeando a un gran lago sobre el que revolotean a su alrededor multitud
de aves y pequeños animales.
Era el último bosque que quedaba
sobre la Tierra.
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